lunes, 26 de junio de 2017

Decoherencia 2. Javier y el orgullo

 Aquí un relato compatible
con el mundo de mi novela



Explotó. Fue más de una bomba H. Y devastó el planeta dejándolo inhabitable. Por un lado el clima estaba cada vez más caliente y, debido a las capas de contaminación, hubo un recalentamiento que ayudó de mala manera a que la radiación se expandiera más rápidamente. De la misma manera, la ionosfera se fue desgastando debido a la radiación, para provocar un proceso de desertización en todo el planeta, tras las continuas inundaciones provocadas al derretirse gran parte de los polos.

Mientras tanto, toda la tecnología humana y no humana posible se unieron para frenar tal hecatombe. La ciencia llegó a tiempo para evitar la devastación de la mayor parte de la población, en parte. Con los años acabarían muriendo igual. Y toda esta situación, en combinación con los grandes avances de la ciencia llevaron a todas las personas a una enorme desesperación: con tecnología suficiente como para acabar con todas las enfermedades, pero sin capacidad para renovarse de los isótopos producidos por la radiación sin recurrir a trasplantes o los dolorosos y caros implantes.

Los supervivientes se identificaron a sí mismos como semihumanos. Era raro encontrar ciudadanos que conservaran demasiadas cosas propias. Ojos, brazos..., con el tiempo aprendieron a aceptarlo; cuando miraron hacia atrás en el tiempo con una cierta envidia y extrañeza. Casi nada cuanto les habían enseñado adquiría ni el más leve de los sentidos. Sin embargo, podían comprenderlo: la mayoría de los que vivían en esa situación habían renunciado a vivir con implantes o bajo tierra. Eso sí que sonaba de locos e impensable en tiempos pretéritos. Hoy día viven de manera aparentemente contradictoria. De una manera peculiar...

¿Qué les empujaba a vivir así? Cuentan que el primero en impulsar ese movimiento fue un joven, pues raro sería desde entonces que alguno llegara a viejo, llamado Javier. En esa sociedad de economía planificada, años atrás, había un chico que solía meterse con los implantes de todos sus compañeros de clase. En el instituto la gente podía ser cruel, pero él era especialmente imaginativo. Y fue en ese periodo de tiempo cuando tuvo la vivencia que le sirvió para aprender a ser un buen legislador y, un tiempo después, el Primer Ministrable de Guerra por los Derechos Fundamentales; cargo que le convirtió en Leyenda.

Javier había perdido a sus padres y atormentaba todo cuanto veía a su paso. Su futuro lo veía oscuro, pues había rechazado cualquier clase de implante; incluso los más triviales. En esos años la población había optado por vivir en refugios, y habían levantado muros para que los foráneos no infundieran el terror en la población. Nada que ver con las reformas que impondría él durante su mandato ejecutivo: la eliminación de los muros.

Ahora bien, ¿qué fue de Javier? Que como era joven y estaba hormonado, su alocada imprudencia le empujó al amor de una joven, cuyos retoques ignoraba y nunca quiso saber de ellos. No le costó nada imaginarse a Naomi que él se había prendado de ella; era la única persona con la que no se metía. Pero, en el fondo, asumió que debía ignorarlo; nunca podrían estar juntos. Esas maneras, el que no fuera el centro de atención, provocó en Javier que quisiera estar más con ella, que la invitara, que la adulara incluso..., no se reconocía. Pero lo hacía porque se sentía mejor así.

Naomi acabó por devolverle las miradas, las invitaciones, las adulaciones incluso..., se dejó llevar. Sin embargo, Naomi era especial. Javier se dio cuenta de que tenía extrañas apetencias: le gustaba mucho salir a la superficie.

- Naomi..., la radiación.
- Acabaremos muertos, Javier. Si no quieres entender mi naturaleza quédate abajo.

Así Javier y Naomi salieron a la superficie; y miraron a lo lejos a varios notkas (los salvajes anarquistas que querían seguir viviendo sin reconocer la planificación del estado bunker). 

- Naomi..., los notkas.
- Acabaremos muertos, Javier. Si no quieres entender mi naturaleza quédate atrás.

Así Javier y Naomi avanzaron entre los edificios de la superficie, sin ser vistos por los notkas. Y Naomi se fue acercando hacia las montañas, rumbo al cementerio.

- Naomi..., la Fuente.
- Acabaremos muertos, Javier. Si no quieres entender mi naturaleza quédate abajo.

Así Javier y Naomi ascendieron montaña arriba, evitando las nubes radiactivas que habían quedado donde enterraban a los muertos. 

Y así corrieron juntos, montaña arriba; y ascendieron, y se rieron juntos de la emoción del peligro y, desde lo alto, observaron la ciudad bunker, los dominios de los notkas y el cementerio...

- ¿Era este tu secreto? - preguntó Javier - ¿que podemos ver las cosas desde lo más alto?
- Ese era uno, pero hay otro mayor.
- ¿Que provienes de las tribus notkas y no te avergüenzas de tus raíces?
- Ese era otro, pero hay otro mayor.
- ¿No irás a hacerme daño?
- Nunca haría algo así - dijo Naomi mientras se quedaba mirando hacia el mar. No tenía pensado decirle nada. No sería nunca el momento, hasta que lo fuera.

En ese momento, aparecieron tres notkas indigentes y salvages. No pudieron ni darse cuenta, antes de que pudieran reaccionar acabaron inconscientes de un par de garrotazos.

Al despertar Javier, poco a poco recordó qué hacían allí; comprobó que no tenía el móvil y sus ropas estaban desgarradas. Al menos estaba vivo, o eso pensó. Un rayo de sudor frío le atravesó entonces debido al pensamiento que se le acababa de cruzar, ¿qué pasaba con Naomi? Y allí estaba ella..., inconsciente. Pero había algo extraño. Tenía vulva y pene.

Al día siguiente, ya había dedicido dejar de dirigirle la palabra. Naomi lo asumió muy rápidamente. Un tiempo después, Naomi volvió a desaparecer del bunker y no regresó. No hubo partidas de reconocimiento para buscarla.

- Señor Ministrable - preguntó el periodista - ¿por qué no se amputó el pene?
- En su tiempo no lo hicieron debido a que nació en la indigencia, para cuando la rescataron y así llevarla al colegio, ella había asumido su identidad de esa manera.
- ¿Se arrepiente de no haber hecho las paces con ella?
- Todos los días de mi vida, desde que comprendí lo que significa vivir con orgullo, el elegir entre vivir encerrado para obtener la mayor ventaja social o de salud u optar por el contrario el vivir según nos llama nuestra propia naturaleza. Saber llamar a cada cosa por su nombre, mirar a la muerte a la cara, asumir la enfermedad y el dolor para reirse del peligro. Saber que lo que uno guarda para sí es para él o para ella y para nadie más. Y, por encima de todo, que nadie - absolutamente nadie - nos venga a decir cómo debemos alcanzar nuestras metas para comprender qué es la Felicidad. Porque desde ese día, en el que faltó, comprendí que algo se me había arrebatado y que ya jamás volvería. Pero que podría revivir en nombre de todas las personas a que quieran seguirme más allá de la superficie. Me amputaron a Naomi, y fui responsable de ello.

Mientras la marejada clamaba contra el silencio, la estatua de Naomi custodiaba a la Fuente para que los fotógrafos la inmortalizaran junto a Javier mientras los notkas conformaban, pasivos, unas siluetas dentadas a lo largo de todo el horizonte montañoso.




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