lunes, 10 de abril de 2017

Recuerdos siniestros. Quien agoniza

Aquí pongo otro relato propio del
mundo de la novela Luces y Espectros
se trata de una explicación de uno de los
aspectos que necesitaría ser justificado




Oculto en la noche una persona agoniza de dolor. La muerte va a llegar a su lado dentro de muy poco, pero ella, aprovechando la nocturnidad, siempre es gustosa de iniciar conversación ya que, al fin y al cabo, ningún mortal regresa de su diálogo.

- Deje de gritar, ya no le oyen.

- Me muero.

- No exactamente. Fíjese, ya no siente dolor.

- ¿Pero qué hay con mis piernas?


- No las necesitas, levántese y ande.

- ¿Pero qué hay de mis brazos?

- No queda nada por abrazar, déjese fluir por su recuerdo.

- ¿Y qué será de mis compañeras? Dependen de mí.

- Lo peor que les puede pasar es que acaben donde usted. No se preocupe.

- ¿Volveré con ellas?


- Me temo que siempre estuvo en soledad, salvo entre la Vida y la Muerte.

- ¡Quiero volver! Quiero estar con mi gente.

- Ya es tarde. Ya ha bebido del nectar de la trascendencia.

- Entonces lo escupiré.

- Quien respira de la luz acaba formando parte de ella.

- ¡Déjame escapar!

- Eso es lo que ha hecho.


- ¡Quiero volver!

- Cuanto más se contradiga más se encerrará y acabará por volver.

- Pues me contradigo.

- Eso no es contradecirse..., eso es aceptar coherentemente sus contradicciones.

- ¡Quiero volver! ¡Tengo que despedirme!

- No tiene voz para hablar. No tiene cuerpo al que volver. No tiene recuerdo de cómo era el mundo que abandonó.

- ¿Y tú quién eres?

- Quien se aburre.

- ¿Qué hay que hacer para volver?

- La vuelta es para quien no sea usted, y usted iría hacia un mundo que no sería el suyo.

- No me importa. Quiero experimentar.

- De acuerdo, pero antes tendrá que ganarme en combate singular cuerpo a cuerpo.

- Pero si no tengo cuerpo.

- Si todo recuerdo que se confronte a usted se convierte en pesadilla, la vuelta sería hacia el infierno.

- Entonces me enfrentaré ante el mismísimo Diablo.


- Sólo se contradice y no lo sabe. Lo acepta pero no comprende. Es como una arpía que divaga y no puede percatarse de que ha perdido todo recuerdo y esencia de sí misma. Ahora forma parte de este mundo, hasta que acepte que nada puede tenerle sujeta.

- Necesito marcharme.

- No es cierto. Olvidará haber existido porque no es capaz de entender el rol que ocupó en vida.

- Perduraré entonces, no perderé mis recuerdos. Porque ellos son la esencia de lo que fui.

- Desafiar los eones cuando no gobierna ni un instante..., ha pretendido alcanzarme sin luchar, y ahora forma parte de los pétalos de este jardín. Dará de comer a quien tenga hambre.

- Yo no he hecho nada de eso. Y no eres nadie para hacerme criada de nadie.

- Sus recuerdos saciarán a quien necesite perder los suyos, como hizo usted con los suyos.

- No quiero perderlos.

- Emanará la luz que se tragó. Permanezca inerte por siempre y sueñe con las vidas de quienes aprenderá en cuanto se haga comida y, cuando haya percibido el papel de todos los roles, atesóralos para comprender cómo se forma un eón. Cuando llegue a doce diferentes vuelva a hablar conmigo.

- Solo dices tonterías. Eres un mal sueño. Volveré sin aceptar esas memeces.

- O permanecerá por siempre en los Jardines de los Sueños Perdidos para consuelo de las almas errantes que escapan del vórtice. Será una dulce trampa que apresará a quien quiera compartir su misma suerte y así ayudará a evitar que el loco contamine las almas por ejercer de turista en estos lares. En estos mundos sólo se emana luz desde lo inmaculado, cuando alguien pretende acercarse para embriagarse y tocarlo se le desprende las escamas de la piel para conformar una balanza que tasa el valor de su alma, la llamada que marcó el rumbo de su vida.

- Vale, muchas cosas ¿Y qué dice esa balanza?

- Que será buen alimento para los errantes, para así librarse de ser alimento del vórtice; de sucumbir al caos.

- No quiero ser pan de nadie.

- Empieza a serme cansada y pesada la conversación..., no me aporta nada..., adiós.




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