miércoles, 19 de abril de 2017

La era de Acuario

Se me ha ocurrido volver a hablar
de eones...
al fin y al cabo ha ocurrido el casual de 
necesitar hablar sobre esas cosas

Por encima de todo, arrasar con todo
Volvamos a la literatura. En estos momentos estoy inmerso en un proyecto matemático; uno en el que el fracaso sé que no será posible. Así que por eso he estado abandonando un poco mis dos blogs. Volveré a ellos aunque, en el fondo - me consta, no susciten demasiado interés. 

Anteayer me encontré con un antiguo colega de la universidad y, la verdad, he tenido que ponerme una música triste para poder escribir esto..., si no, no veo la manera. Se me cruzan varias escenas por relatar..., pero se me hace un extraño nudo comprobar cómo efectivamente el talento se pragmatiza y cristaliza en unos sí, pero no en todos. Este hombre pudo seguir estudiando en la misma facultad donde me retiré, con los mismos profesores que se centraron en fingir que mis trabajos no daban la talla, él pudo avanzar. Y tanto que avanzó que acabó siendo un profesor.

Y lo sé: sé que este hombre tiene méritos, y es buena gente. Pero la entrada que pienso poner ahora es dura porque existe algo que él no ve, igual que hubo algo que no pude ver hace ya más de una década. Y es un tema de enorme complejidad, pues a este recurso literario lo podemos llamar trascendencia.


¿Por qué no seguí estudiando en esa cárcel? Uno de los trabajos de Hércules consistió en disponer del curso de un río para limpiar con las inmundicias de un lugar. Esa sería la manera de conseguir sacar provecho de esa institución. Y es por ello por lo que me matriculé como informático. Sin embargo, entonces creí que sería capaz de mantener mi espíritu y limpiar con todo lo sucio que me encontrara.

Sin embargo, el mundo real no es un mundo de oportunidades que las personas aprovechan. Es un mundo donde alguien te abre una puerte y tú cedes. Es un mundo donde la gente cree que para avanzar alguien te tiene que ayudar desde arriba. Sin embargo, piénsenlo: si necesitan agacharse para ayudarte, ¿acaso no te están cerrando la puerta más importante de todas?


La novela Luces y Espectros muestra un mundo donde las inmundicias no manchan. Ya lo he comentado varias veces en este blog, se trata de una novela donde existieron las malas decisiones, pero hasta el más cruel de los villanos, el que tenga la peor de las máculas, tiene un halo de dignidad. El mundo existe más allá de las inmundicias, es coherente, es posible..., y la novela marca ese camino. Quien quiera tener la sensación de haber percibido un desarrollo de limpieza, la sentirá en mi obra. 

Mientras estuve hablando con él, otro génio, presuponía sus logros - e iba acertando. No era difícil imaginar todo lo que consiguió. Sin embargo, cuando le hablé de los míos..., claro, esa mirada de condescendencia: su mundo le impide ver la realidad..., o el loco soy yo - claro. Forma parte de esa cárcel, y sé que es un gran tipo, pero cree que el de las inmundicias, el loco, soy yo. Y no me compadezco de él, sólo le entiendo. 

Tampoco creo que él, por muy inteligente que sea - e insisto en que lo es, vaya a querer ser capaz de ver con los ojos del superhombre que se refleja en la novela la idea de triunfo o de limpieza. Entre otras cosas, porque en la novela me preocupé de que esas partes no fueran fáciles de comprender: debe ser una reflexión de descubrimiento personal que se redescubra en la propia obra, para luego comprobar que, efectivamente, queda reflejada esa inquietud.

En cualquier caso, como autor diré que sí es cierto que en la novela hay un apartado para la percepción trascendental, la que permite ver con orgullo lo que hacemos y nos permite caminar entre las inmundicias sin ser manchados por ello. La que permite atravesar las barreras y volver a entrar, mientras te ríes del carcelero. 

La que te permite ver con otros ojos una realidad que puede rebotarte mientras te haces partícipe de un afán de cambio. En cualquier caso, siempre me lo he imaginado: ¿qué habría pasado si hubiera tragado y hubiera aceptado todos esos puestos de trabajo? ¿qué habría pasado si hubiera prostituido mis principios y, como tantos y tantos me aconsejaron, hubiera agachado la cabeza?


Pues, simplemente, que al ver una injusticia también la habría agachado. Al comprobar cómo otro seguía mis pasos le habría dado consejo para acabar como yo. Habría formado parte de la trampa, y habría repetido las acciones del loco. Me habría congelado en el tiempo quedándome por debajo de todos estos recursos que van más allá de la puerta... En definitiva no me habría quedado otra que arrepentirme por esa mala decisión adoptada en el pasado - y habría preferido caminar entre los escombros porque para ascender hasta la heroicidad, lo mejor es hacerlo desde cero.

Así que donde cerraron las puertas de la meritocracia, lo que en realidad me dieron fue la oportunidad de buscarlas en otro lado. 







¿Creéis que mi novela es más tóxica que 
la realidad que vivimos?
¿O al revés?
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