miércoles, 28 de octubre de 2015

Diversión

¿Qué es la diversión? 
¿Existe alguna diferencia entre divertirse y volverse adicto a algo?
¿Es posible calcular de manera matemática lo divertido que es algo?

En mi novela le dedico muchas páginas a la idea de la diversión: estamos atrapados en un mundo muy divertido, por esa razón no queremos salir, porque somos adictos a esta realidad. Ahora bien, ¿qué tiene esta realidad de divertida?


La realidad del mundo no proviene de la política de Venezuela

Dedico páginas y páginas de mi libro a la diversión, porque quiero ayudar a las personas a que sepan qué es divertido. Cuando yo me pongo delante del ordenador y empiezo a capturar invariantes para generar estructuras en realidad lo que estoy haciendo es algo así como jugar a sudokus descomunalmente grandes, con un pequeño aliciente de pensar que ese puzzle podría servir para algo.

La vocación es el arma maestra de la diversión, cuando una sociedad te permite desarrollar tu propia vocación lo que en realidad te está permitiendo es ofrecerte la opción de que te diviertas y, al mismo tiempo, tener la sensación de que lo que haces podría servir para algo.

Cuentan los que estudian el origen de las palabras que la vocación evoca a la llamada divina, aquello que te comanda el dios cristiano en persona para que el individuo se emprenda a un cometido en vida.


Cuando les enseñas las reglas, ellos aprenden a respetarlas.
Sin embargo la palabra vocación en realidad está ligada a la palabra diversión: es aquello que inspira a nuestra mente a querer dedicarse, le llama la atención, le divierte... Raro sería encontrar una persona a la que no le guste divertirse, ciertamente esa idea estaría vinculada a traumas o patologías que una sociedad debería de ayudar a enderezar.

Por esa razón, cuando las personas tienen la oportunidad de no hacer nada, al final lo único que les queda es desarrollar su propia vocación y dar lo mejor de sí..., efectivamente, es lo que dijo Maslow  y, francamente, es de cajón.

Pero muchos se lo preguntarán: ¿cómo se puede crear un juego divertido? Pero que además tenga algún tipo de sentido o uso en la sociedad.



La única gran razón por la cual es cada vez más difícil encontrar juegos que sean educativos es porque, cada vez más, los juegos están más orientados a los mensajes que deben recibir los adultos: se está elevando la edad de los niños, y eso no tiene porqué ser ni bueno ni malo.

Por un lado, se mercantiliza y se ofrece más servicios, más ..., pero por otro lado se nos olvida que se está repitiendo la estructura del juego. No se ha querido captar la esencia de un juego divertido.


Juguetes que educan contra la desigualdad..., a los niños.
En mi novela las máquinas recreativas, con tanta tecnología que tienen, no son capaces de interpretar cómo quieren el mundo sus jugadores. Por eso los jugadores tienen la capacidad de poder mentirle a la máquina y darle nuevas reglas ad-hoc, sobre la marcha. Esto es porque, ¿cómo va a saber por muy inteligente que sea la máquina qué divierte y qué no divierte? ¿Cómo va a saber nadie qué gusta y qué no gusta? Eso es por definición imposible porque si las personas fueran tan previsibles el amor que pudiera suscitarnos una persona no diferiría del que pudiera emerger de un robot.

Porque un robot es un individuo que siempre es políticamente correcto, incluso cuando no debe serlo, no es posible encontrar un halo de belleza digna de respeto en algo así, como tampoco podemos encontrar el amor entre las piedras.

Es por ello que incluí un momento de tensión entre dos personajes femeninos: uno de ellos buscaba la espiritualidad dentro del simulador y el otro personaje machacaba lo que encontraba porque, al fin y al cabo, no es más que un mundo muerto.

Dos tipos de personas responden diferente: la espiritualidad y diversión, ¿pueden ser compatibles o no?

Ya mencioné en una entrada anterior la idea del áscesis: los que viven con un afán asceta pueden permitirse el lujo que saltarse según qué normas, porque cuando se mueven por el filo de la navaja no corren el riesgo de caerse por ninguno de los extremos. Sin embargo, los que se vuelven sensibles a los instintos más superficiales necesitan indagar en el mundo exterior para potenciar sus relaciones sociales.



Cuando se trata de divertirse no hay, por tanto, una única manera de hacerlo; sino para cada cual una única manera de verlo. Al mismo tiempo, la diversión puede cambiar de forma dependiendo de sobre qué superficie esté trabajando.

Por ejemplo, no hay nada más divertido como confrontar el azar de elegir entre tijeras, papel o piedra. Desarrollado ese concepto se puede crear juegos de guerra que alcancen la complejidad de Warcraft.


Pero si se pierde el concepto clave, que es el azar del tijeras, papel o piedra, entonces sus fans no le encontrarán la diversión..., sin saberlo, ya no será como el de siempre. Y el perfil de sus jugadores ya será diferente.

Cuando algo es un éxito, ¿para qué cambiarlo? Por eso si hay algo que realmente no divierte nada es ver cómo la estructura cambia, cómo las cosas no se hacen previsibles..., porque hace que todo ya no esté bajo control.

Porque vivimos en un mundo controlados, necesitamos escapar y dejarnos llevar por un mundo donde tenemos una cierta sensación de control y libertad, sin embargo cuando se les va la mano en sorpresas a los que diseñan el juego el resultado puede llegar a ser realmente desastroso.

Por eso no debería sernos curioso que en nuestro Gran Juego, cuando somos mayores, nos vemos con un poder casi absoluto de imponer lo que deseamos. Se convierte en objeto de nuestra diversión personal, y de ahí no nos sacará nadie...


Ya me veo así en el futuro...



Basta de dogmas hasta aquí, dejen algún comentario.




No hay comentarios:

Publicar un comentario